El relato comienza algo más entrada la historia.
En una habitación que era algo así como un pasillo, un cuarto de paso, una ventana da hacia un patio verde y espacioso, los rayos del sol caen como luz previa al medio día.
Una mujer está acostada bajo el marco de la ventana, en un espacio que cuenta con la frescura de la sombra. Se encuentra allí envuelta en una sábana blanca, mientras la observo. Está tendida boca abajo y se ha percatado de mi presencia. Su voz es suave, pero no reconocida.
Existe esperanzas de que quiera hablar, mientras la luz transforma los colores de su cuerpo, y si bien en un principio existía la certeza de un disfraz, ahora la desnudez pone su cuota de probabilidad y es que el reflejo de la mañana en los poros de la piel hacen que las esencia que brotan de aquel encuentro suman al visitante en un incierto influjo de nostalgia sabor a vainilla.
-¿Por qué...?- intenté decir, pero no alcancé a pronunciarme, su voz venía en camino y no pude hacer más que respestarla, por buscar sus caricias en mis oídos.
-Me equivoqué- dijo mientras se sentaba y apreciaba que su desnudez estaba cubierta, pero en este instante ya no importaba.
-No digas- pronuncié, cuando lo que realmente quería saber por qué no me daba una oportunidad.
-Lo engañé.
-Eso no importa, se lo merecía- y esta vez sí fue lo que pensé.
-No, no se lo merecía, no se lo merece. Yo acepté ser con él.
-Pero te puedes arrepentir, por algo ya lo hiciste- con lo que pregunté sin preguntar.
-Hice un compromiso y eso es más fuerte que lo que yo quiero, lo traicioné y me traicioné, asesiné mi palabra. Pero eso no va a ocurrir nuevamente, él me merece y se merece mi amor- dijo y desgarró uno de mis ojos.
-No lo amas.
-Lo amo, y me amo. No por una noche de juegos curiosos voy a ser otra. Lo amo, se lo prometí.

Mientras la conversación seguía, se tendió con mi ayuda en el marco de la ventana, que ahora estaba abierta, y desnudó su espalda sin que alguien pudiera apreciar algún sentimiento de otro mundo. Esto con mi ayuda, pero no con mi intención, fue netamente amistad y eso sí fue real. Se recostó y dejó expuesta su espalda, mientras las sábanas ahora adornaban la imagen.
Acaricié su espalda y solamente fui caricias mientras la conversación continuaba.
-Lo que pasó nunca debió pasar- susurró mientras el placer tactil de las caricias suavizaba su voz.
-Estoy de acuerdo, no sé por qué lo hiciste- pero claro, no le dije todo lo cual continuaba con "no sé por qué lo hiciste con alguien así, ¿por qué no lo hiciste conmigo? Dímelo, sólo pronúncialo y le darás vida a mi pecho, hazlo y seré lo que quieres por la eternidad de tu mirada".
Por un instante, la pasión desapareció. Pudo ser que la confesión de tal magnitud a mis sentimientos y en mi propia mentira hacía la calma en una revuelta conciencia. Las caricias sobre su torso se desplegaron constantes, pero el recorrido ya no entregaba placer táctil, era amor-amistad.
Las palabras continuaron, hasta que una mujer adulta que salía de una de las piezas nos interrumpió y cómo explicarle que allí nada ocurría si en su generación un hombre no acariciaba a una mujer sin intenciones por detrás, cómo darle a entender que en esa escena nada de mal había. Ya estaba hecho el daño, sin delito alguno, la palabra se difundiría y algunas consecuencias traería.
Mientrastanto, la luz del medio día hacia jugar su cabello en mi imaginación y no era más que amor.

Se me olvidó llevar los dulces para la convivencia. Voy a comprar, ok? Vuelvo pronto.

Voy caminando por un parque gigantesco y lleno de árboles. Comienzo a darme cuenta de lo atrasada que estoy, y que los niños quieren pronto comenzar a comer, así que me pongo a correr. Quizás con qué zapatos andaba que de pronto me veo descalza y esquivando charcos de agua que habían quedado por la manguera con el agua dada, y esquivándolos siento la combinación del barro junto con el césped muy, muy húmedo.

Me doy cuenta de los movimientos y del sol; alguien me viene siguiendo.
Busco la dulcería en medio de edificios con tintes parisinos, que, colorinches y bellísimos, se mezclan con el olor que sale cuando la gente va a los restoranes. Todos la pasan muy bien, y una mirada atenta está sobre mí, pero yo no puedo alcanzarla. Sin embargo, prefiero prevenir.


Salto y salto encima de los edificios y veo cómo esa persona también salta, pero con mucha más facilidad. Me encaramos por las rejas de las ventanas, y veo cómo él trepa y me alcanza a sostener un pie. Vuelvo corriendo al parque pero ya es de noche, y él me toma y me quiebra los lentes. 


"puedo ver, gracias" y por primera vez te veo la cara, aunque te desconozco completamente. No recuerdo bien qué cosa es la que me dices, pero veo que sonríes y me da mucha rabia. Sólo tengo ganas de darte un combo en la guata. Tú me presionas fuertemente y yo no quiero ceder... me siento incómodamente familiarizada con todo esto.


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Estamos sentados en una banca, nuevamente es de día, y tengo la sensación de que pasamos toda la noche vagando. Creo que es así porque tengo mucho sueño, y quiero irme a acostar. También me siento mal por no haber llevado los dulces, y podría decir que hasta me siento indispensable (o poco indispensable para la ocasión).


Tú miras fijamente a dos perros que son paseados por el señor, y que huelen una botella de vidrio. Yo no me había dado cuenta de que podías manipular cosas con la cabeza hasta que la botella se quiebra por la presión y la rabia que sentías. Un perro es encerrado en un basurero para que no pueda proteger a su acompañante, mientras yo intento leer las malas intenciones. Las veo: quieres matar a uno de los perros.


Me tiro encima del cocker blanco y los vidrios me llegan. Pero le llegan en partes extrañas y en mi cuerpo aparecen heridas de un crucificado cualquiera. Veo como chorrea la sangre fuertemente, mientras tú me tomas en brazos y yo no sé qué más pasó en el sueño flaite.