Se me olvidó llevar los dulces para la convivencia. Voy a comprar, ok? Vuelvo pronto.

Voy caminando por un parque gigantesco y lleno de árboles. Comienzo a darme cuenta de lo atrasada que estoy, y que los niños quieren pronto comenzar a comer, así que me pongo a correr. Quizás con qué zapatos andaba que de pronto me veo descalza y esquivando charcos de agua que habían quedado por la manguera con el agua dada, y esquivándolos siento la combinación del barro junto con el césped muy, muy húmedo.

Me doy cuenta de los movimientos y del sol; alguien me viene siguiendo.
Busco la dulcería en medio de edificios con tintes parisinos, que, colorinches y bellísimos, se mezclan con el olor que sale cuando la gente va a los restoranes. Todos la pasan muy bien, y una mirada atenta está sobre mí, pero yo no puedo alcanzarla. Sin embargo, prefiero prevenir.


Salto y salto encima de los edificios y veo cómo esa persona también salta, pero con mucha más facilidad. Me encaramos por las rejas de las ventanas, y veo cómo él trepa y me alcanza a sostener un pie. Vuelvo corriendo al parque pero ya es de noche, y él me toma y me quiebra los lentes. 


"puedo ver, gracias" y por primera vez te veo la cara, aunque te desconozco completamente. No recuerdo bien qué cosa es la que me dices, pero veo que sonríes y me da mucha rabia. Sólo tengo ganas de darte un combo en la guata. Tú me presionas fuertemente y yo no quiero ceder... me siento incómodamente familiarizada con todo esto.


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Estamos sentados en una banca, nuevamente es de día, y tengo la sensación de que pasamos toda la noche vagando. Creo que es así porque tengo mucho sueño, y quiero irme a acostar. También me siento mal por no haber llevado los dulces, y podría decir que hasta me siento indispensable (o poco indispensable para la ocasión).


Tú miras fijamente a dos perros que son paseados por el señor, y que huelen una botella de vidrio. Yo no me había dado cuenta de que podías manipular cosas con la cabeza hasta que la botella se quiebra por la presión y la rabia que sentías. Un perro es encerrado en un basurero para que no pueda proteger a su acompañante, mientras yo intento leer las malas intenciones. Las veo: quieres matar a uno de los perros.


Me tiro encima del cocker blanco y los vidrios me llegan. Pero le llegan en partes extrañas y en mi cuerpo aparecen heridas de un crucificado cualquiera. Veo como chorrea la sangre fuertemente, mientras tú me tomas en brazos y yo no sé qué más pasó en el sueño flaite.