Me encuentro en un auto móvil, algo así como un galloper, pero la verdad no sé qué auto es porque no conozco mucho de autos. Estoy cómodo, voy de copiloto en una carretera que a veces alcanza las seis pistas de ancho, todos en una sola dirección: hacia adelante. El viento entra por la ventana y me siento extasiado, observo al rededor de la carretera y veo una vegetación, algo selvática, abundante por todos lados.

Vamos rápido, y digo vamos porque en el auto está mi hermano mayor (en la parte de atrás) y mi papá al volante. El viento me despeina, es agradable. Así seguimos un rato, con algo de música que apenas oigo y mi hermano le pide a mi papá si puede manejar. Entonces se cambian mientras el auto está en movimiento, por lo que yo tengo que tomar el manubrio con la mano izquierda para que no nos salgamos del camino mientras intercambian roles. Entonces tiro el auto al costado izquierdo de la carretera y paramos. Ahí entra en juego la habilidad de mi hermano al volante, a cual parece demacrada por la falta de práctica, no le sale fácil.

En el camino por la carretera, a los costados hay unas barreras de contención que en realidad son iguales a las barreras de las plazas, y en una parte en la que la carretera se alza del suelo, nosotros gracias a la inexperiencia en cuanto a manejar de mi hermano, terminamos pasando por sobre las barreras para caer entre la vegetación: estamos atascados, no podemos volver a la carretera por dos razones. La primera es que pasamos la barrera por encima, el auto no sabe saltar de vuelta, y la segunda razón es por la rapidez de los autos en la pista del extremo izquierdo. Nos encontramos atascados.

Estuvimos un tiempo ahí hasta que llegaron un grupo de carretas con unas personas algo extrañas. Eran tres carretas, pero parecía que seguían a un grupo mayor. Estas carretas eran tiradas por caballos, de hecho había caballos tanto adelante de ella como detrás haciendo fuerza para provocar la tracción.

Me alejé del auto que estaba rodeado por estos gitanos, mi papá hablaba con ellos y veían qué se podía hacer con el auto. Fui detrás del auto, y vi a los caballos de una de las carretas. Era un caballo muy grande, pero lo que más me llamó la atención fue el hecho de que era un caballo obeso. Obeso no como caballo real, sino que era un caballo con piernas redondas y gruesas, así como un cuello grueso y hasta la cola. Era de color café claro o blanco, no lo noté muy bien. Entonces apareció otra carreta que cerró el paso hacia el auto, me puse nervioso, pero me tranquilicé cuando noté qué clase de caballo estaba frente a mí. Le sacaron las riendas y pude verlo: era un caballo de gran tamaño, más grande que un caballo normal. Pero este caballo me observó sin perturbarse y en eso se sentó, pero se sentó así como lo hacen los perros. De hecho parecía más un perro que otra cosa, pero yo sabía que era un caballo. Era de color café oscuro y tenía esa mirada bondadosa que tienen los perros cuando ya están viejos y reposados, pero se notaba que aún era un animal joven y que tenía energías.

Después de eso, apareció otro caballo, pero estaba sin ningún tipo de ataduras. Me asustó, me sentía amenazado, me podía pasar por encima o patear, no supe qué hacer. Era llamativo, tenía los colores de una cebra, pero no era una cebra. Lo que lo diferenciaba de cualquier cebra era la falta de rayas, y en su defecto, una gran gama de patrones con ángulos rectos. Eran algo así como figuras geométricas dibujadas por todo el animal. Se sentó cerca de mí, tal y como lo hizo el caballo-perro, pero este caballo levantó una de sus patas delanteras y la acercó hacia mí. Su intención era tocarme, y me sentí llamado a hacer lo mismo, por lo que levanté mi brazo y lo alcé hacia este caballo con patrones particulares. Entonces se oyó un grito de un gitano, y el caballo bajó la pata rápidamente. No entendí mucho, pero tuve la sensación de que si aquel caballo me tocaba yo podía morir, y esa era su intención, pero algún gitano me salvó.

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